Ahriman y Bahram:
"Equilibrio"
En un vasto desierto vivían dos serpientes, Ahriman y Bahram. Ahriman, de escamas negras como la noche, representaba la oscuridad y la astucia. Bahram, en contraste, brillaba con escamas doradas como el sol, encarnando la luz y la sabiduría.
Ambas serpientes eran inseparables, unidas por la dualidad que marcaba sus vidas. Ahriman veía el mundo con suspicacia, buscando siempre oportunidades para su propio beneficio, mientras que Bahram era conocido por su compasión y por guiar a otros con sus consejos sabios.
Un día, una tormenta de arena azotó el desierto, dejando tras de sí una estela de destrucción. Ahriman, con su habilidad para esconderse entre las sombras, encontró un oasis secreto donde descansar, mientras que Bahram se aventuró a ayudar a las criaturas del desierto que luchaban por sobrevivir.
La dualidad de las serpientes se hizo evidente en medio de la tormenta. Ahriman descubrió que la soledad y el egoísmo lo dejaban vacío. Bahram, por otro lado, halló satisfacción en el acto desinteresado de ayudar a otros.
Al final de la tormenta, Ahriman y Bahram se reunieron en el oasis, cada uno reflexionando sobre su camino. Ahriman admiró la bondad de Bahram y comprendió que la verdadera fuerza radicaba en equilibrar la astucia con la compasión. Bahram, a su vez, aprendió que la oscuridad no era simplemente malicia, sino una parte esencial de la existencia que podía ser transformada con sabiduría.
Así, en el desierto de Al-Hamra, las serpientes Ahriman y Bahram encontraron la armonía en su dualidad, enseñando a todos que la luz y la oscuridad pueden coexistir en equilibrio, revelando la complejidad y belleza del alma humana.
